Las mejores historias suelen surgir a partir de felices casualidades. Juan Feliu llevaba años viajando por el mundo con una idea, una obsesión en forma de notas que bullían por su cabeza pero que no llegaban a cristalizar en algo tangible y definitivo. Hasta que conoció a Pascale Saravelli. Francesa de origen, mallorquina de adopción, Pascale resultó ser la persona ideal para colorear con su voz los barrocos pasajes instrumentales, para dulcificar el adusto perfeccionismo de las sinfonías en miniatura de Juan. Desde entonces, la música de Vacabou ha fluido en una continua evolución, sencilla y compleja a la vez, accesible pero exigente, siguiendo su propio camino.
Cualquier elemento es bienvenido para integrar un cuadro abstracto en el que descubres nuevas sorpresas con cada escucha. La música de Vacabou es de una belleza incómoda: la primera impresión los sitúa en un plano impreciso entre la electrónica paisajista y el pop acústico e intimista, agradable e incluso acogedor, pero hay algo más ahí atrás que provoca el desasosiego. Algo inquietante que hace su escucha intrigante y, desde luego, apasionante.
\"Vacabou\" es un debut maduro y meditado, grabado en casa (\"en su lujoso ático\", desde donde estudian el vuelo de los pájaros) y en el estudio amigo de La Puta OPP, envuelto en un maravilloso digipack diseñado especialmente para la ocasión. Vacabou tienen la clave, el secreto del pop del siglo XXI.